martes, 22 de junio de 2010

SEGUNDO REPORTE

EL DISCURSO DE LOS FUNDADORES

Realizaron una práctica ideológica sistemática y permanente que fue tejiendo los atributos, valores y relaciones básicas que luego constituiría la ideología histórica del diseño. Esta forma ideológica, resultó de la confluencia del proceso múltiple, pero coherentes en el fondo, y acumuló atributos como los siguientes: racionalismo, humanismo, universalismo, utopismo, idealismo, voluntarismo, moralismo, mecanismo, biologismo, ergonomismo o fisiologismo, progresismo, modernismo, profesionalismo, elitismo, vanguardismo, paternalismo, verticalismo, tecnocratismo…

El discurso de los fundadores se inscribe en el paradigma de las vanguardias redentoristas que elaboran un proyecto alternativo sin “consulta a las bases”. Proyecto creativo, que diagnostica la obsolencia del paradigma cultural vigente y propone, contundentemente, una revolución cultural que ejecute el mundo de lo simbólico a la realidad técnica y social.

El epicentro del diseño, estaba en la arquitectura y los productos para el hábitat. El diseño estaba vinculado con cierta producción industrial o semiartesanal, y su ideología se manifestaba, en cuatro variantes:

• El discurso funcionalista, apoyado en la idealización de la relación usuario-objetivo, y en la primacía de lo ergonómico.
• El discurso tecnicista, variante racionalista apoyado en la relación producto-proceso de producción y en la primacía de la lógica tecnológica: los materiales y las tecnologías tenían una lógica perfecta, entendiéndola y plasmándola, se producía buena arquitectura.
• El discurso economista, que se apoyaba en la relación producto – coste mínimo. Decía que buena arquitectura y coste mínimo iban indisolublemente asociados.
• El discurso abstraccionista, la relación forma sentido en aquello: “más es menos”.

En este contexto ideológico perdura en formas un poco maltrechas, no solo sigue vivo sino que es el único posible; para ciertas problemáticas posee una eficacia técnica incontestable y en ciertos campos de la producción, sigue siendo racionalista. Las hipótesis que estaban lanzando la lingüística y la semiología habrían demostrado las ingenuidades de los proyectos ideológicos del racionalismo; “la forma siguiente a la función” o “lo útil es bello” son la quintaesencia de aquella ingenuidad. Una relación absolutamente mística era la que imaginariamente entablábamos los diseñadores con los usuarios.

“Usuarios” era una especie de ser supremo, mucho más respetado de lo que el usuario hubiera esperado, el “usuario” real jamás supo que era usuario nuestro, debíamos tener en cuenta más que nada las necesidades objetivas del usuario y que debíamos diseñar en función de ello y no en función de otro tipo de pulsión o exigencia. Por supuesto eran las que imaginábamos a partir de un modelo a imagen y semejanza de nuestra propia utopía de sector intelectual. Era nuestro usuario un ente anatómico y fisiológico cargado de necesidades prácticas, privado de historia y predilecciones culturales socialmente adquiridas. No coincidía con ningún sector concreto de la población. Si algo hizo el racionalismo con la mayoría de sus usuarios fue satisfacer necesidades que no tenían y privarlos de gustos que consideraban vitales, le inventábamos al usuario un hábitat “perfecto” obviando las condiciones económicas y políticas de la producción real de la vivienda. Proyectábamos en un país también imaginario. Practicábamos una utopía.


P.P.17 - 22

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